Los vecinos de Frías entran en estado nervioso cada vez que las previsiones meteorológicas anuncian lluvias torrenciales o nevadas en la zona por las consecuencias que acarrean las crecidas del río Ebro a su paso por la localidad. La última, registrada en diciembre de 2021, provocó el derrumbe de parte de la estructura del puente medieval. Para evitar que se repitan los daños, el equipo de gobierno local exige a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), una limpieza exhaustiva del caudal.
José Luis Gómez, alcalde del municipio, declara que «el principal problema es que Zaragoza nos pilla muy lejos y lo que necesitamos son soluciones inmediatas después de las avenidas». El puente de piedra no puede canalizar las descomunales crecidas de los últimos años y por ellos se agravan las consecuencias. «Los arcos quedan totalmente taponados con cañas, sedimento y porquería que arrastra la corriente y se forman auténticas barreras», explica el político.
Un tronco de grandes dimensiones que el agua arrastró en la última riada golpeó el tajamar del puente y provocó el desplazamiento de varios sillares y el destrozo y posterior derrumbe de otros. «La intervención que requiere la reparación ronda los 18.000 euros. Al tratarse de un Bien de Interés Cultural (BIC), necesitamos un permiso de Patrimonio para actuar. Habría que emplear los mismos materiales y estéticamente tiene que quedar como antes», explica Alfonso González, técnico municipal de Frías. Asimismo, para que los daños no se vuelvan a producir, «será necesario consolidar la estructura con inyecciones de cal dentro de la pila y compactar todo el relleno», añade.
Por otro lado y con visión de futuro de cara a impulsar el turismo, el alcalde pretende recuperar la zona de la playa, ubicada junto al puente, para que los vecinos y turistas disfruten del «entorno y de buenos baños cuando el clima lo permita». No obstante, Gómez es consciente de que para desarrollar el proyecto urge «crear un Ebro con aguas limpias» y «eliminar cierta vegetación de los márgenes que incrementan los daños con las crecidas». Por todo ello, ruega a la CHE «soluciones más inmediatas porque no tiene sentido recibir respuestas tan tardías ya que lo único que se generan son todavía más obstáculos», asegura.
Cabe recordar la riada de 2015, que se llevó por delante el cámping municipal. Por aquel entonces, muchos de los usuarios reclamaron una mayor limpieza del cauce asegurando que realizaron «varias peticiones pero que fueron denegadas».
La carretera se hunde. Los efectos de la falta de mantenimiento del cauce del Ebro también recaen en el río Oca, uno de sus afluentes. A la altura de Oña, concretamente en la carretera hacia Tamayo, el pavimento en un punto concreto se ha hundido hasta en tres ocasiones porque la zona del río por donde transcurre con mayor fuerza no se encuentra consolidada. «Hemos solventado los daños tres veces pero necesitamos que se limpie porque sino no avanzamos. Lo arreglamos y con el paso del tiempo la carretera se vuelve a hundir», manifiesta Arturo Pérez, alcalde de Oña.
En el presupuesto del ejercicio de 2021, el Ayuntamiento destino una partida de 30.000 euros para acondicionar ambas orillas y quitar unos chopos cuyos ramajes alcanzaban las ventanas de bastantes viviendas. «No fue suficiente y queremos eliminar los islotes formados de vegetación en el puente de la Resinera», sentencia.